Nuestra Misa de Domingo es una parte de nuestra vida cristiana, que hoy es representada en el Evangelio en el signo de la cruz. Expresa intensamente lo que intentamos vivir cada día. Todo lo que pensamos, decimos y hacemos, nuestra vida de cada día, como nos dice San Pablo, tiene que rendir honor y alabanza a Dios. Esa es nuestra cruz. Esto es lo que recopilamos en nuestra experiencia de seguimiento de Jesús, de su proyecto del Reino y de cargar como él la cruz. A cambio, la eucaristía, este encuentro de hermanos, se convierte en la fuente viva de una entrega más profunda a Dios y a los demás. Una vida diaria que contradiga nuestro culto del domingo viene a ser una distorsión y una parodia de religión. Pidamos al Señor que nuestra vida diaria dé culto a Dios en espíritu y en verdad. El Señor nos dice a nosotros, sus discípulos hoy: “Vengan, síganme, niéguense a ustedes mismos, tomen su cruz de cada día y síganme”. ¡Que estas palabras nos llamen a salir de nosotros mismos, y que el Señor esté siempre con nosotros!
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LITURGIARenovar la práctica celebrativa a través de una profundización permanente de los aspectos bíblicos y teológicos, de una adecuada inculturación de los textos y los gestos, de un convincente sentido celebrativo y festivo, de una contextualización en la realidad, de una participación más activa del laicado y un real impacto en la vida de las personas y en la asamblea litúrgica. Hacer seguimiento y acompañamiento a las expresiones religiosas propias de este ambiente cultural Categorías |